- “Resucitaré en el pueblo…” dijo monseñor Oscar Romero.
- ¡Libertad para Assange!… después de 6 años en la embajada ecuatoriana en Londres.
- El profeta asesinado… es el pastor negro Martín Luther King, en Estados Unidos.
- Santidad al alcance de todos… según la última carta del papa Francisco.
- Ecuador, país de paz… ¿será tan cierto?
1. “RESUCITARÉ
EN EL PUEBLO…”, Pedro Pierre.
Desde su asesinato en 1980,
monseñor Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, había sido reconocido santo
por los cristianos latinoamericanos. Recién el Vaticano decidió confirmar este
reconocimiento popular. Ha calificado su asesinato de ‘crimen de odio a la fe
cristiana’ y lo presenta como ejemplo de pastor solidario con los pobres y
atropellados, hasta el martirio.
Hace poco el papa Francisco
hizo un comentario muy llamativo: “Mártir antes y después de su asesinato”.
Veamos: “El martirio de monseñor Romero no fue puntual en el momento de su
muerte. Fue un martirio, testimonio de sufrimiento anterior, persecución
anterior, hasta su muerte, pero también posterior, porque, una vez muerto, -yo
era sacerdote joven y fui testigo de eso-, una vez muerto, fue difamado,
calumniado, ensuciado. Su martirio se continuó incluso por hermanos suyos en el
sacerdocio y el episcopado. No hablo de oídas; he escuchado esas cosas, o sea,
que es lindo verlo también así, un hombre que sigue siendo mártir -bueno, ahora
yo creo que casi ninguno se atreve-, pero que, después de haber dado su vida,
siguió dándola, dejándose azotar por todas esas incomprensiones y calumnias.
Eso da fuerza. Sólo Dios sabe las historias de las personas y cuántas veces a
personas que han dado su vida o han muerto, se las sigue lapidando con la
piedra más dura que existe en el mundo: la lengua”.
Así es la Semana Santa:
pasión, muerte y resurrección, ayer con Jesús, hoy con monseñor Romero y
cuántos más mártires latinoamericanos que fueron y siguen siendo asesinados por
defender a los pobres, ‘calumniados, difamados, ensuciados hasta después de su
muerte’. La resurrección de Jesús nos hace decir que “creían haberlos matado,
pero son más vivos que nunca”. Decía monseñor Romero: “Si me matan, resucitaré
en el pueblo…”
Que estos testimonios sean
semillas de mujeres y varones valientes, en particular entre los jóvenes, como
acaba de decirlo el mismo papa Francisco: “¡Necesitamos jóvenes profetas que
hagan soñar a los ancianos!”.
2. ¡LIBERTAD PARA ASSANGE!, Pedro Pierre
Es el llamado que se escucha
cada vez más fuerte y por muchas partes. Escandaliza que un ciudadano
australiano con la nacionalidad ecuatoriana esté encerrado, prisionero en la
embajada de Ecuador en Londres desde 6 años por la razón de que el gobierno
inglés lo quiere entregar a la justicia norteamericana. El gobierno sueco le
retiró el juicio que había entablado contra él por falta de pruebas. El
‘pecado’ de Assange es principalmente informar sobre acontecimientos ocultos de
los gobiernos que intervienen militarmente en otros países, en particular los
que tienen mucho petróleo.
Assange no es un pirata, un
“hacker” de la información como los grandes medios de comunicación sumisos a
Estados Unidos nos lo quieren hacer creer. Assange es el fundador de una
editorial online, WikiLeaks, que difunde las revelaciones de los denunciantes,
quienes respondiendo a sus deberes como ciudadanos, exponen ilegalidades
cometidas por el gobierno. En las Naciones Unidas un grupo de trabajo equiparó
el confinamiento de Assange a una “detención arbitraria e injusta” y conminó a los
gobiernos británico y sueco a poner fin a su persecución. El problema no es
Assange; es el gobierno de Inglaterra, que no respeta las recomendaciones de la
ONU, poniendo en riesgo su seguridad y su vida.
Recientemente, desde la
embajada ecuatoriana, se le cortó la comunicación con el exterior, acusándolo
de injerencia en asuntos de otros países. Llama la atención que a un periodista
se lo acuse de ‘injerencia’ cuando su trabajo es de informar. Más bien debe
seguir protegido y ayudado para que recupere su libertad. Es de estos
personajes de estatura mundial que son capaces de vivir, sufrir, ser acusado y
calumniado por defender una de las causas más grande de la humanidad:
informarnos de lo que exactamente pasa en nuestro mundo cuando se destruye
personas, pueblos y libertades.
Assange nos provoca a
preguntarnos qué causas grandes defendemos nosotros, porque uno es tan grande
como la causa por la que es capaz de dar la vida.
3. EL
PROFETA ASESINADO, Pedro Pierre
Es en este mes se recuerda en
todos los continentes los 50 años el asesinato del pastor negro, Martín Luther
King, el mayor profeta norteamericano. Tenía apenas 39 años. Su liderazgo y su
muerte consiguieron, sin violencia, que en Estados Unidos los negros fueran
reconocidos ciudadanos iguales a los blancos y que terminara -a lo menos se
redujera significativamente en las leyes- la discriminación racial. Decía: “Hemos aprendido a volar como los
pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de
vivir como hermanos”. Felizmente
por esos años me habían regalado un de sus libros “La fuerza del amor” del que
me quedó la siguiente afirmación: “El odio no suprime el odio. Sólo el amor lo
logrará”.
En 1964 había sido honrado con
el Premio Nobel de la Paz, por su defensa de sus hermanos de raza y su opción
por la no violencia activa y colectiva.
“La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”. Ya en
el 2006, en una conferencia pronunciada en la Universidad Howard (Washington)
había afirmado: "Este país se
fundó y está dirigido según un principio racista: Creemos en la superioridad
blanca y en la inferioridad negra... más que en el propio Dios". En
1963, 6 años antes de su asesinato, había pronunciado en Washington, capital de
los Estados Unidos, delante de 250,000 personas, su famoso discurso
mundialmente conocido por su lema: “I
have a dream”, o sea, “Tengo un sueño”.
“Tengo un sueño: que un día
sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los
hijos de quienes fueron propietarios de esclavos serán capaces de sentarse
juntos en la mesa de la fraternidad. Tengo un sueño: que un día incluso el
estado de Mississippi, un estado sofocante por el calor de la injusticia,
sofocante por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad
y justicia… Ésta es nuestra esperanza.”
Comprometámonos con lo que
solía repetir: “La protesta no violenta es la más eficaz de las armas de los
oprimidos”.
4. SANTIDAD
AL ALCANCE DE TODOS, Pedro Pierre
“¡Estén felices!”, tal podría
ser la traducción del título de la última carta pastoral del papa Francisco
sobra “La santidad en el mundo actual”. Personalmente resumiría la temática
diciendo que “la santidad es hacer felices a los demás, más particularmente a
los pobres y necesitados”. La carta del papa está llena de referencia
evangélica: eso nos hace bien, porque la Buena Nueva de Jesús tiene también
estas características: Podemos ser felices; debemos ser felices porque eso es
nuestro destino. Pero tantos enemigos anidan en nosotros y nuestro alrededor
que preferimos muchas veces escuchar falsos ‘cantos de sirenas’ y nos dejamos
engañar por placeres fáciles, inmediatos, fugitivos y a la final destructores
de la verdadera felicidad.
El papa Francisco nos orienta
con dos textos fundamentales del mensaje de Jesús: el programa de vida de las
‘Bienaventuranzas’ y la parábola tajante del juicio final. Las Bienaventuranzas
que conforman el corazón del mensaje de Jesús, nos dibujan los verdaderos
caminos de la felicidad: “¡Fuera de los pobres no hay salvación!” repetía
monseñor Romero; “¡la Verdad, Pilato, es estar del lado de los pobres!”… frases
que nos describen quién fue Jesús y cuál es el esencial de su mensaje. La
fraternidad es el camino de la santidad, comenzando por las y los que más la
necesitan. Pero preferimos el individualismo, la indiferencia, la chismografía,
el consumismo, el desprecio, el racismo… y la felicidad se nos aleja…
La parábola del juicio final
es de las más claras: “He tenido hambre y sed, estuve desnudo y sin casa,
enfermo y encarcelado; y me ayudaste o no me ayudaste… porque cada que lo has
hecho o no la has hecho, lo estaba haciendo o no lo estaba haciendo conmigo
mismo”, o sea, a Jesús. Claro, preferimos desviar el ojo y el oído. Y
nuevamente se nos escapa la felicidad.
La santidad, la felicidad o la
salvación, sí están al alcance de la mano, si así lo queremos. “¡Estén
felices!”… ‘haciendo felices a los demás’, nos repite el papa…
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