4 0 A Ñ O S
E
N A M É R I C A L A T I
N A
Como « Sacerdote sin frontera »
Quito, febrero de 2016.
Estimadas/os amigas/os y compañeras/os
de camino, buenos días.
Esperando que estén bien.
Con ocasión, en este mes de marzo
próximo, de cumplir 40 años de presencia en América Latina, les quiero
compartir un resumen de las vivencias de estos ricos años. Es también la
oportunidad para agradecerles de su amistad fiel y su solidaridad.
A mediados de marzo de 1976 llegaba a
Guayaquil. Tenía 34 años y era sacerdote desde unos 7 años. Había salido de
Francia en barco 3 semanas antes. En Puerto Bolívar me esperaban varias
personas: Homero, el amigo ecuatoriano conocido en el Seminario mayor de Le Puy
mi diócesis de Francia que me había invitado para venir a trabajar con él.
Estaban también el obispo, monseñor Bernardino Echeverría, y un sacerdote
francés, Enrique Julhes.
Antes de salir para Ecuador había pasado
unos 4 meses en un centro de formación de Bélgica para aprender el español y
conocer algo de la realidad latinoamericana. Éramos unas 40 personas que iban a
trabajar en varios países de América Latina: unos pocos laicos, algunas
religiosas y la mayoría de sacerdotes originarios de unos 10 países europeos.
Conservo de estos meses el recuerdo de una buena amistad, la ayuda de buenos
profesores en particular José Comblin y el compartir alegre de la rica cerveza
y las buenas papas fritas belgas.
Me
siento feliz del camino recorrido y de tanta gente encontrada que me ayudaron a
ser más persona, más cristiano y más sacerdote según el corazón y la sabiduría
de los pobres.
11 años en
Guayaquil, 1976-1987: el aprendizaje de la misión.
La amistad y el acompañamiento de Homero
me ayudaron a familiarizarme con el idioma y entender la realidad pastoral de
la parroquia popular de Guayaquil donde nos tocó trabajar. La gracia de estos
años fue de haber conocido a monseñor Leonidas Proaño, obispo en Riobamba, en
la Cordillera de los Andes; promovía una pastoral liberadora con el mundo
indígena en la línea del Concilio Vaticano 2° (1962-1965) y la reunión
episcopal latinoamericana en Medellín (Colombia, 1968). Fue con él y los
teólogos de la liberación -Gustavo Gutiérrez entre otros-, que me fui formando.
En Guayaquil éramos un grupo de 7 parroquias de sectores populares a trabajar a
partir de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs).
Luego de 3 años fui a remplazar a un
sacerdote español, Jesús Valencia, con el cual trabajábamos y que había
decidido quedarse en España. Éramos en el año 1979. La parroquia hacía parte
del suburbio de Guayaquil y contaba con unos 35,000 habitantes. Era el único
sacerdotes, pero con 2 comunidades religiosas y una misionera española. Un
grupo de 8 CEBs animaban los distintos sectores de la parroquia mediante la
solidaridad y el acompañamiento religioso. Varios grupos de jóvenes eran muy
activos. Las misas dominicales eran animadas por estos distintos grupos a
partir de las vivencias acontecidas durante la semana: eran celebraciones de la
fraternidad y de las luchas por la satisfacción de las necesidades básicas: las
dificultades de la miseria, el desempleo, la violencia, las enfermedades… y
todas las pequeñas acciones que se hacían para aliviar esta realidad. Allí descubrí
a un Jesús humano, compasivo y rebelde que no se quedó de brazos cruzados frente
a los sufrimientos y las injusticia que padecían sus compatriotas; descubrí lo
que era la construcción del Reino de Dios y la presencia del Resucitado en medio
de nosotros.
No faltaban las dificultades y los
conflictos con el señor obispo de línea pastoral más bien conservadora. Por
ayudar a descubrir a las CEBs de Guayaquil la dimensión política de la fe, fui
bruscamente cambiado de parroquia y enviado a Ballenita, pequeño pueblo al
borde del Pacífico. Pero las manifestaciones y presiones de las CEBs de
Guayaquil me permitieron, después de unos 3 meses, regresar a la parroquia
anterior.
En ese mismo año 1979 el trabajo con las
CEBs tomó una dimensión nacional. Monseñor Proaño invitó a Riobamba distintos
grupos cristianos que trabajábamos en una pastoral liberadora. Nos encontramos
CEBs de 4 ciudades: Riobamba, Babahoyo (provincia de Los Ríos), Machala
(provincia de El Oro) y Guayaquil. Fue entonces cuando decidimos una primera
reunión nacional de CEBs urbanas. Luego nacieron también las CEBs campesinas,
indígenas y negras. En 1984, con ocasión del 2° Encuentro Latinoamericano de
CEBs en Cuenca, logramos reunirnos con representantes de 13 países
latinoamericanos y la presencia de unos 9 obispos acompañadores de las CEBs en
el continente.
Los conflictos con el obispo de
Guayaquil continuaban, hasta llegó a calificarme públicamente de “agente del
marxismo leninismo internacional” por unas denuncias que resultaron
imaginarias. El diálogo hizo que estos conflictos terminaron por mi
nombramiento como ¡profesor de teología en la Universidad Católica! Este
servicio duró 2 años, sin dejar el trabajo parroquial ni el acompañamiento de
las CEBs urbanas al nivel nacional.
Este ritmo de vida duró 11 años. Fue
para mí la oportunidad de aprender a trabajar con y desde los pobres organizados tanto en la
Iglesia como en las organizaciones populares, sociales y políticas. Descubrí
que ser sacerdotes era facilitar a los pobres su apropiación del Evangelio y
ser los actores de su propia liberación. Juntos buscábamos cumplir con nuestro
bautismo: ser profetas, sacerdotes y reyes-pastores, individual y
colectivamente. Mi misión sacerdotal consistía en ser el garante de esta triple
misión del pueblo de los pobres.
2 años en Roma,
1987-1989: la profundización de la opción por los pobres.
Había venido a América Latina para 7 o 8
años y ya había pasado 11. El llamado de mi padre de avanzada edad hizo que
decidí regresar a su lado para acompañarlo, tal como me lo pedía. Aproveché
este tiempo para inscribirme en la Universidad Gregoriana de Roma para
profundizar mi formación teológica y pastoral. Mi trabajo de licencia fue sobre
“la opción por los pobres”: cómo hacer nuestras la opciones de los pobres, tal
como lo escribieron los obispos latinoamericanos en su documento final de la
reunión que tuvieron en Puebla (México, 1979). Tuve también la oportunidad de
conocer experiencias pastorales en la línea de las CEBs, tanto en Asia como en
África. Los tiempos de vacaciones, suficientemente amplios, me permitían de
pasar largos momentos en la casa familiar… con el deseo de regresar nuevamente
a Ecuador.
8 años en
Nicaragua, 1989-1997: la construcción de la Iglesia de los pobres.
Pensaba regresar a Ecuador cuando la
secretaría de la Conferencia Episcopal francesa, encargada de nuestro acompañamiento
como sacerdotes en América Latina, me invitó a ir a trabajar en Nicaragua:
deseaban a varios sacerdotes franceses con experiencia pastoral en América
Latina. Éramos en 1989, a los 10 años del gobierno sandinista y 8 de guerra
civil fomentada y dirigida por el gobierno norteamericano. Mi nueva parroquia,
rural esta vez y centro estratégico de la contra-revolución antisandinista,
pertenecía a la diócesis de Bluefields, en las costas del Mar Caribe. Era muy
extensa con unos 100,000 habitantes y un centenar de capillas (o Comunidades),
región de fuertes lluvias tropicales a lo largo de todo el año en una selva
casi virgen. La guerra iba a seguir durante año u medio más.
Para el trabajo pastoral tenía el apoyo
de 2 comunidades de religiosas y 4 diáconos. Los sacerdotes norteamericanos a
cargo de la diócesis había puesto en marcha la participación de las y los
laicos en el trabajo pastoral: pienso que llegó a haber unos 3,000 servidores
repartidos en 27 ministerios distintos repartidos en servicios eclesiales,
sociales y cívicos: de hecho era una Iglesia en manos de los laicos. Cada mes
pasaba la mitad de mi tiempo a visitar las Comunidades (130 cuando salí de la
parroquia) y la otra mitad para la formación de estos ministros o servidores.
El trabajo era fatigoso por las condiciones climáticas y los caminos de tierra
inundados. Fueron años muy gratificantes: viví muy intensamente la solidaridad
y la fe con un pueblo pobre, alegre y fraterno muy entregado en medio de muchas
dificultades. Era la fuerza de la Iglesia de los Pobres, soñada por el papa
Juan 23.
Regreso a
Ecuador, 1997: el servicio de la formación.
El paso de los años (ya tenía 55
‘primaveras’) y el esfuerzo físico constante me llevaron a buscar un trabajo
menos cansado. Elegí regresar a Ecuador. Encontré acogida en Quito, la capital.
Era una época bastante inestable políticamente: en 9 años 3 presidentes fueron
‘desbancados’. El pueblo ecuatoriano, encabezado por las organizaciones
indígenas, ya no aceptaban ser gobernados por presidentes al servicio de la
oligarquía nacional y de los intereses norteamericanos.
Estuve en varias parroquias populares de
la ciudad, en sectores populares, trabajando en la línea de las CEBs. En l0
años el ambiente eclesial había cambiado mucho: seguían las distintas
coordinaciones nacionales de CEBs (urbanas, campesinas e indígenas; los negros
habían integrado la pastoral afro-ecuatoriana), pero los sacerdotes eran cada
vez más alejados de una línea pastoral liberadora y los nuevos obispos había
sido elegidos principalmente por estar cercanos al opus dei. Tenían miedo a la
teología de la liberación y perseguían a los miembros de las CEBs y a los y las
que las acompañábamos.
Al cabo de 10 años, el obispo de Quito,
hoy cardenal, no renovaba mi contrato para trabajar en su diócesis por
conflictos surgidos con las parroquias que trabajábamos con las CEBs. Al tener
la nacionalidad ecuatoriana, seguí en Quito: las CEBs urbanas y campesinas me
había pedido ayudarles para la formación teológica, bíblica y política. Desde la
capital fui visitando muchos lugares del país, allí donde me llamaban para
animar encuentros, retiros y cursos, generalmente los fines de semana.
Un obispo amigo, monseñor Gonzalo López
-el único que apoyaba a las CEBs-, me invitó a ir a trabajar en su diócesis en
la provincia amazónica de Sucumbíos, cerca de la frontera colombiana. Era por
el año 2008. Acepté, pero conservando mi trabajo de formación al nivel
nacional. En esta diócesis encontré una organización pastoral bastante parecida
a la que había conocido en Nicaragua: una Iglesia viva, animada por muchos
ministros-servidores laicos, comprometida en la defensa de los derechos humanos
y de la naturaleza (frente a las empresas petroleras, madereras y turísticas.
Además de un trabajo parroquial monseñor Gonzalo me pedía ayudar a los
seminaristas, unos 10, en su formación teológica. Al cabo de 2 años terminaba
este servicio en Sucumbíos, poco tiempo antes de que viniera un ‘visitador
apostólico’ enviado por el Vaticano que sólo encontró cosas negativas en esta
diócesis. Poco tiempo después, por orden de Roma, se expulsaba indecentemente a
monseñor Gonzalo y a los Carmelitas encargados de la diócesis, sustituyéndolos
por los Heraldos del Evangelio con misión de reorganizar todo el trabajo
pastoral; felizmente la misma gente, luego de fuerte conflictos, logró que
salieran de la diócesis… Mientras tanto la directora de El Telégrafo, periódico
público nacional, me había pedido de escribir cada semana un artículo en la
página de opinión, “algo claro y directo”, lo que continúo haciendo hasta hoy.
De regreso a Quito, desde 2010, sigo con
el acompañamiento a las CEBs, a veces Comunidades indígenas y otros grupos que
se inspiran de la línea de monseñor Proaño, para la formación. Visito bastante
regularmente las CEBs de Guayaquil y grupos afines que no tenían acompañamiento
de sacerdotes ni de religiosas. Recientemente el obispo opus dei de Guayaquil
acaba de ser sustituido por un obispo más abierto. En la ciudad hemos
conformado un grupo de laicos, religiosas y sacerdotes que trabajamos en
sectores populares con CEBs para apoyarnos y seguir formándonos: el nuevo
obispo nos ha hecho una visita y nos ha confirmado su apoyo.
Actualmente he reducido mis actividades
de visitas y de formación: los años pesan más y el cuerpo se cansa más
fácilmente… Gracias a internet continúo enviando material a las CEBs,
parroquias y otros grupos que me lo piden. Apoyo también la Escuela virtual
latinoamericana de formación de los animadores y asesores de las CEBs, con sede
en México (abierta también a quienes quieren profundizar su formación pastoral,
bíblica y teológica: ver informaciones para inscribirse más adelante).
He aquí, a grandes rasgos, el camino
recorrido a lo largo de estos 40 años. Me siento muy feliz. Por eso agradezco a
todas/os quiénes me han acompañado y ayudado en este caminar. Según la
expresión de Gustavo Gutiérrez, he “bebido al pozo de la sabiduría y de la fe
de los pobres”. Trato de devolver todo cuanto he recibido mediante mi amistad,
alegría, solidaridad, formación, celebración de la vida y del Reino. Es una
manera de ‘pagar mi deuda’ por tantos regalos recibido tan abundantemente.
Les deseo ánimo en sus diversas
actividades, invitándoles a ‘no dar marcha atrás’ en sus experiencias de
Iglesia de los pobres y esbozos de un mundo que se renueva desde los pobres por
nuestros esfuerzos mancomunados.
Muy fraternalmente con todas y con
todos.
Pedro Pierre.
Notas.
-
Les
señalo el blog que voy rellenado de vez en cuando, principalmente con
documentos míos: <http://padrepedropierre.blogspot.com>. Además de
la página de entrada encontrarán unas 8 páginas más con diversos temas que les
pueden interesar y ayudar.
-
Les
adjunto informaciones sobre la Escuela virtual latinoamericana de formación y
cómo inscribirse. Les invito a darla a conocer entre sus amistades: ¡vale la
pena!
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