viernes, 14 de agosto de 2020

La nueva 'normalidad' después de la pandemia

 

MIS ARTÍCULOS DEL MES DE JULIO

Con muchos deseos para superar esta catástrofe del coronavirus.

 

1.      De la pandemia cada uno somos responsables… por indiferentes, individualistas y pasivos.

2.      ¡No a la esclavitud moderna!... que ha cambiado sólo de nombre.

3.      ‘¡Sálvese quien pueda!’… parece ser el lema de muchos, en particular entre los grandes.

4.      El nuevo orden mundial… será de quiénes lo hacemos realidad.

5.      ¡No existen los independientes!... porque tod@s estamos interrelacionados para bien y para mal.

 

¡Buena lectura! Abrazo fraterno.

Pedro Pierre.

 

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1.   DE LA PANDEMIA, CADA UNO SOMOS RESPONSABLES, Pedro Pierre

Cuando buscamos el origen de la actual pandemia, señalamos Estados Unidos, Inglaterra, China, Bill Gates, Fundación Rockefeller… Pero no podemos olvidarnos de nosotros todos, porque, de esta pandemia, cada uno y cada una de nosotros somos también responsables. Esta pandemia es el resultado de nuestra indiferencia, nuestro individualismo y nuestra pasividad. Hemos sido demasiados indiferentes a las repetidas llamadas a detener la contaminación ambiental. Hemos sido demasiados cómplices de la destrucción de la naturaleza. Hemos sido demasiados pasivos frente a las invitaciones a vivir de otra manera. Y allí está el resultado catastrófico. El papa Francisco lo ha dicho: “En un mundo enfermo no podemos estar sanos”.

Somos sanos cuando nuestra vida tiene la capacidad de combatir los virus, las bacterias, las enfermedades. La sanidad es la vida normal de nuestro planeta que, desde siempre, tiene la capacidad de regenerarse cuando se lo agrede y destruye. El problema actual es que las agresiones y las destrucciones son tan masivas que no le damos tiempo suficiente para lograr su proceso de regeneración. Desde 2,017 esta regeneración ha pasa a ser negativa. Y a pesar de eso seguimos destruyendo la naturaleza y la vida sana… menos durante esta pandemia donde la naturaleza, a costa nuestra, se ha dado un respiro… para ver si entendemos su llamada de atención.

Cada uno de nosotros y nosotras colaboramos de maneras directas e indirectas a esta contaminación. Los gases de óxido de carbonos que producen los autos, los buses, los camiones, los aviones, las empresas… son los mayores contaminantes La utilización de plásticos se ha disparado contaminando tierras, ríos, océanos… y consecuentemente los alimentos que consumimos. Por la cantidad creciente de papel que mal utilizamos y botamos hace que la deforestación está en crecimiento peligroso. Otros contaminantes que utilizamos a diario son los detergentes y demás productos químicos que son un veneno mortal para las plantas, los animales y también los humanos.

Nuestra vida y la vida en nuestro planeta no soportan más destrucción y están colapsando. Los científicos nos aseguran, desde décadas, que, a seguir en esta dinámica diabólica, dentro de 30 años, o sea, en 2,050, ya no habrá vida sobre la tierra. Pero, no hacemos caso, estamos como en tiempos de Noé cuando anunciaba un gran diluvio: nadie lo creyó y todos perecieron. La pandemia es un aviso de la catástrofe que se aproxima si continuamos igual…

Humanistas, naturistas, teólogos nos advierten que humanos, animales, vegetales y nuestro planeta con el cosmos todo, somos una sola unidad de vida y que su armonía no se puede destruir sin llevarnos a nuestra propia destrucción. El libro del Génesis nos lo dijo: “Dios hizo una imagen de barro” para crear a los seres humano. La palabra ‘hombre’-humus- en hebreo significa ‘tierra’. Símbolo que nos dice somos una sola vida: ‘tierra somos’, naturaleza somos. El mismo libro bíblico no indica cual es nuestra misión sobre la tierra: “Dios puso a Adán y a Eva en el jardín del Edén para que lo cuidaran y lo cultivaran”. Esa es nuestra vocación: cuidar y cultivar la vida. ‘Cuidarla’ da a suponer que la tierra no es nuestra: es un préstamo a cuidar para que todas las criaturas puedan vivir, comer y sanarse, tanto las generaciones de hoy como las de mañana. Y ‘cultivar la tierra’ nos quiere decir que hay suficiente capacidad de alimentarnos para vivir bien si somos ‘cultos’, es decir, cuidadores y cultivadores de la vida.

Al actuar agrediendo y destruyendo la vida, vamos contra la naturaleza, contra nosotros mismos, contra la voluntad de Dios: no podemos sino ir hacia la muerte segura. Vamos también contra el proyecto de Jesús que es el Reino, o sea, la vida plena y feliz: “He venido para que tengan vida y vida en abundancia”. Hemos nacido para colaborar al fortalecimiento y a la multiplicación de la vida y del Bien Vivir; si no, nos destruimos.

Pero siempre es tiempo de cambiar… La pandemia nos ha hecho cambiar muchas cosas, muchas costumbres, muchas actividades, muchas relaciones. Ha de servirnos a reflexionar y recapacitar, porque ya la sexta extinción de la vida en el planeta está en marcha, en una marcha acelerada: Es más que tiempo para frenar esta locura de un suicidio colectivo dentro de pocos años. Comencemos por dejar de destruir la vida: la vida de los demás, de los animales, de las plantas, de la naturaleza en general. Dejemos de colaborar a la destrucción de la vida para que haya menos emanación de gases de óxido de carbono, menos uso de plásticos en nuestra casa, menos utilización de detergentes y cuantas clases de químicos letales. Empecemos o continuemos de comer más sanamente, es decir, de forma y con alimentos y bebidas más naturales. Empecemos a exigir de nuestras autoridades locales y de nuestros gobiernos la puesta en marcha de una manera más armoniosa de vivir en sociedad y de tratar amigablemente la naturaleza. Volvamos a nuestras raíces ancestrales: aprendamos de los indígenas la civilización del Bien Vivir… Todo eso es posible, necesario y urgente.

 

2.      NO A LA ESCLAVITUD MODERNA, Pedro Pierre.

El asesinato a manos de policías blancos del negro estadounidense George Floyd ha revelado que el racismo es la forma disfrazada de la esclavitud moderna. Hay que decirlo bien alto: todo trabajo o empleo cuyo salario no cubre la canasta básica es un trabajo esclavo. En Europa y otros países industrializados, las y los trabajadores en logrado en mayo de 1968 la equivalencia entre la canasta básica y el salario mínimo. En Ecuador estamos lejos de la cuenta: a medio camino si se considera que actualmente la canasta básica ecuatoriana ha llegado a los 800 dólares, sin cubrir todos los elementos que incluye la canasta europea. Nos engañamos si creemos que algún buen gobierno nos va a regalar este derecho del salario mínimo equiparado a la canasta básica. Nuestros derechos se conquistan en duras luchas, cuando se hemos hecho conciencia de su necesidad y estamos organizados en consecuencia. En Ecuador nos gana la falta de conciencia, organización y valentía.

¿Qué es lo que nos puede motivar para esta lucha? Partamos de la semana laboral. Mediante numerosas luchas y mucha sangre derramada por la represión, se había logrado que la semana de trabajo fuera de 6 días con 8 horas de trabajo diario y de un día de descanso obligatorio. La mal llamada ley ecuatoriana recién aprobada de ‘apoyo humanitario’ ha derrumbado estos logros sin que muchas ni muchos protestáramos por este atropello mayúsculo. Así se pierden los derechos si no somos capaces de defenderlos. No sólo hay que echar la culpa al gobierno de los empresarios, banqueros y corruptos, sino a nuestra indiferencia, cobardía e insolidaridad.

Dejémonos sorprender por la Biblia. La organización del tiempo en ‘semanas’ de 7 días viene de las religiones del Medio Oriente que adoraban a la Luna. Esta organización fue asumida por el pueblo de Moisés y el día de descanso fue insertado en los 10 mandamientos hace más de 1,000 años antes de nuestra era. Dice lo siguiente este mandamiento en el libro bíblico del Éxodo: “Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo. Trabaja seis días, y en ellos haz todas tus faenas. Pero el día séptimo es día de descanso, consagrado a Yavé, tu Dios. Que nadie trabaje: ni tú, ni tus hijos, ni tus hijas, ni tus siervos, ni tus siervas, ni tus animales, ni los forasteros que viven en tu país.”

Sí nos llama la este largo mandamiento más de 3 veces milenario. En ese tiempo el día de descanso era el día sábado, primero de la semana. Para marcar la nueva era en tiempos de Jesús de Nazaret el día de descanso pasó a ser el domingo, reconocido igualmente como primer día de la semana. Curiosamente en los tiempos modernos, por razones de economía turística, se consideró el domingo como último día de la semana y se lo unió al sábado para invitarnos a ir de paseo… Pero el paseo alcanza a pocos trabajadores… Perversamente se levantó la costumbre del descanso dominical obligatorio con el fin de abrir los supermercados y otros negocios. Pero ¡ojo: El descanso incluye no sólo a las y los vendedores sino también a las y los compradores!

Digo ‘perversamente’ porque la justificación bíblica del descanso semanal tiene 2 motivos: Era un día “consagrado a Yavé” el Dios del Pueblo de Moisés. El otro motivo es señalado por el texto bíblico en la introducción que se da a los 10 mandamientos: "Yo soy Yavé, tu Dios, el que te sacó de Egipto, país de la esclavitud.” La finalidad de los 10 mandamientos era la negación de la esclavitud. Con el pasó de los siglos se transformó los 10 mandamientos en preceptos individualistas y espiritualistas, cuando originalmente era el resumen de la Carta Magna del Pueblo de Moisés que buscaba proclamar que ya no eran esclavos ni se hacían esclavos unos de otros. Por reafirmar esta libertad frente a la esclavitud de Egipto dejaban de trabajar un día a la semana, varones y mujeres, niños y ancianos, extranjeros y hasta los animales. Veían en este propósito la mano de Dios que los ayudó a lograr esta libertad. El trabajo dominical es actualmente, además de los salarios de miseria, los grandes signos de la esclavitud moderna. ¡Cómo han cambiado los hábitos en 3 milenios! Tal vez nos hayamos olvidado de que Dios es un Dios liberador de los esclavos y de las víctimas de las injusticias… porque la fe no es sólo creer en Dios, es vivir como hermanos iguales y de manera equitativa.

¡Cuán lejos estamos del proyecto de Moisés, que es el proyecto de Dios y también el proyecto de Jesús! ¿De qué sirve que en nuestra Constitución estemos “invocando el nombre a Dios” si lo transforma en el dios de los opresores y de la esclavitud?

Que el descanso dominical nos haga valorar nuestra dignidad, reconocer nuestros derechos, construir una fraternidad equitativa, desbancar ese maldito sistema neoliberal y ser varones y mujeres libres, libres para trabajar, descansar, conformar un país donde vivamos en paz y felicidad mayor. También podemos preguntarnos sobre Dios en todo esto: “¿De qué color es la piel de Dios?”

 

3.      “¡SÁLVESE QUIEN PUEDA!”, Pedro Pierre

Tenemos que hacernos a la idea que la pandemia se va a quedar, seguramente más calmada, pero siempre con algunos rebrotes. Vamos a tener que aprender a vivir con ella, como hemos aprendido a vivir con la tuberculosis, el dengue, etc. Esta pandemia lo está dejando todo por los suelos… personas, economía, empleo, proyectos individuales y colectivos…

Leonardo Boff, gran especialista de la teología de la liberación sobre la Ecología, o sea, el Cuidado de la Naturaleza, nos advierte en un artículo titulado “El coronavirus: un ataque de la Tierra contra nosotros”, donde escribe: “La Tierra ya ha perdido su equilibrio y está buscando uno nuevo. Y este nuevo podría significar la devastación de importantes porciones de la biosfera y de una parte significativa de la especie humana. Esto sucederá, aunque no sabemos ni cuándo ni cómo… La actividad humana es responsable de la producción masiva de muerte de seres vivos… Si insistimos en mantener el consumo actual, especialmente el consumo no necesario, tenemos que aplicar más violencia contra la Tierra obligándola a darnos lo que ya no tiene o ya no puede reemplazar… O cambiamos nuestra relación con la Tierra viva y con la naturaleza o tendremos que contar con virus nuevos y más potentes que podrían aniquilar millones de vidas humanas. Nuestro amor a la vida, la sabiduría humana de los pueblos y la necesidad del cuidado nunca han sido tan urgentes.”

Estamos sobre aviso. ¿Estamos conscientes de esto y de su gravedad? ¿Tenemos amor a la vida? ¿Contamos con nuestra sabiduría como pueblo ecuatoriano? ¿Estamos decididos a cuidar la naturaleza? Parece más bien que es el “¡Sálvese quien pueda!”, cada uno volviendo a su actividad de antes como si nada hubiera pasado, a esta ‘normalidad’ que nos llevó a esta pandemia. Hablemos claro: es nuestra manera de mal vivir que no respeta a las personas y destruye la naturaleza que ha permitido la irrupción de esta pandemia. Más que nunca tenemos que aprender a vivir juntos de manera más armonioso donde nos solamente nos cuidamos individualmente, sino que nos unimos y organizamos para evaluar nuestra manera de vivir y la validez de nuestras actividades profesionales, culturales, recreativas… Más que nunca nos necesitamos unos de otros para cambiar personalmente nuestra falta de consciencia, de espíritu crítico, como también llegar a ser suficientemente decididos y valientes para dejar de hacer lo que es dañino para nosotros, los demás y la naturaleza. No es tan fácil, peor si pensamos que todavía es un asunto secundario o que solitos lo vamos a lograr.

Tenemos igualmente que despertar y cultivar nuestra espiritualidad, o sea, nuestra capacidad de sacar fuerza desde lo más hondo de nosotros para vivir como debe ser. La espiritualidad no es un conjunto de actos religiosos, de oraciones tradicionales o de devociones individuales. Nuestra religión nos ha acostumbrado a negocias con Dios y a pedirle que resuelva nuestros problemas, cuando somos nosotros que tenemos que enfrentarlos y superarlos juntos. ‘Juntos’, ‘en comunidad’, ‘organizadamente’ son las palabras claves para salir adelante y evitar nuevas pandemias más devastadoras.

Nuestra vida está en las “manos de la Tierra” y la Tierra está en nuestras manos. Ella no necesita de nosotros para existir y nos va a eliminar si seguimos agrediéndola tal como lo estamos haciendo directa o indirectamente. Nosotros sí, necesitamos de la Tierra para que produzca lo que nos hace falta para vivir: aire puro, agua no contaminada, tierra fértil, alimentos sanos, clima amigable, temperaturas equilibradas… es decir: lo que estamos destruyendo a diario y desmesuradamente desde más de 50 años. O nos unimos para salvarnos juntos -y nos hablamos de la futura generación- o nos perdemos todos antes de 30 años. El “¡Sálvese quien pueda!”, sencillamente, es un crimen. Y Dios dijo: “No matarás”.

 

4.   EL NUEVO ORDEN MUNDIAL, Pedro Pierre.

La pandemia del coronavirus está acelerando la puesta en marcha del nuevo orden mundial: ya no vamos a vivir como antes. La minoría de los super poderosos del 1% busca cómo fortalecer la dictadura mundial del dinero para que los siga beneficiando indefinidamente. Lo estamos padeciendo en nuestro país: no sólo la pandemia no se ha detenido, sino que la corrupción se ha disparado, revelándose como el cáncer de todas las instituciones. El gobierno de los empresarios, banqueros, exportadores e importadores, o sea de todos los traficantes a costa de la mayoría de la población, aprovecha este tiempo para hacer leyes que los van consolidando en su saqueo del país y en la explotación descarada de los trabajadores. Los medios de comunicación ya no pueden tapar las fechorías de los grupos organizados para robar y sacar su dinero a los paraísos, al amparo del mismo gobierno. La proximidad de las elecciones atiza las pugnas internas por el poder como lo henos visto con la elección de la cuarta funcionaria de la vicepresidencia, elegida como mal menor y con una hoja de vida bastante manchada por su paso tanto por las aduanas como en la defensa de los empresarios de la Cervecería nacional en tiempos de la gran huelga de sus empleados.

Estamos en el gran ensayo del nuevo orden mundial por parte de los más poderosos para que quedemos ‘bestias de carga’ al servicio de sus crecientes privilegios. Se empeñan a que la crisis mundial aumente su propio poder. La pandemia les cae de maravillas para sus propósitos. Tres son las causas de esta crisis global. Por una parte los grandes capitalistas se dan cuenta que su sistema, desde su desplome en 2008, ya no da más, porque las desigualdades son cada vez más inmensas entre los más ricos y los más pobres: la situación mundial se les vuelve cada vez más difícil de controlar. Por otra parte, también se dan cuenta que su sistema perverso destruye irremediablemente la naturaleza y la vida humana y que no se puede seguir así sin fomentar su colapso a corto plazo. Al no poder explotar descaradamente los recursos naturales, buscan cómo explotar más a todos los seres humanos. El tercer problema que enfrentan es la toma de conciencia mundial de que su sistema es insostenible. El consumismo de una vida desenfrenada no trae la felicidad y la catástrofe de la vida en la tierra es cada vez más certera y cercana. Por eso las multitudinarias manifestaciones del año pasado contra el neoliberalismo y las de este año contra el racismo están desbordando a los detentores del poder mundial, una extrema minoría blanca y racista, decidida a utilizar todos los medios para conservar y aumentar su poder y su riqueza.

Ese es el cuadro en el que nos encontramos: se está repitiendo el viaje mortal del Titanic y su orquesta diabólica nos está tocando melodías románticas para distraernos de la tragedia que nos espera. La diferencia actual es que ya sabemos que vamos a chocar contra un mortal iceberg y que, si lo decidimos, podemos evitar parte del desastre al que corremos. Se trata por una parte de cambiar la tripulación que nos gobierna, hacer cambiar el rumbo del barco y reorganizar no sólo toda la convivencia de los pasajeros sino también su mentalidad individualista y pasiva.

Quién más trabaja por estos 3 objetivos es el papa Francisco que no se cansa de denunciar frontalmente la perversidad del sistema neoliberal, nos anima a organizarnos a todos los niveles para ser los protagonista de una nuevo orden mundial más humano y cuidadoso de la naturaleza. De mil maneras busca despertar a los cristianos para que dejemos la visión de un cristianismo adormecedor, espiritualista, clerical y patriarcal, para transformarlo en liberador, humanizante y custodio de la naturaleza, tal como lo quiso su fundador Jesús de Nazaret. Por todas partes hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes y humanistas de todos los países se están organizando en múltiples grupos y asociaciones para crear un gran movimiento de conciencia y de lucha que está abriendo caminos de esperanza, de vida, de fraternidad y de comunión con la utopía que nos habita: una armonía universal y cósmica. Eso es nuestro destino y nuestra felicidad. ¡Ojalá estemos y nos encaminemos en esta dinámica salvadora!

 

5.  NO EXISTEN LOS ‘INDEPENDIENTES’, Pedro  Pierre.

Somos tan independientes que hemos llegado a un grado de descomposición social poco visto… No hace falta que Dios nos castigue, nos castigamos más que lo suficiente nosotros mismos. “¡En río revuelto ganancias de pescadores!” Eso salta a la vista actualmente: parece que cada cual agarra lo más que puede de donde puede… Por eso ‘no existen los independientes’: nadie es una isla. Más bien todos somos responsables de todos y de todo lo que pasa, pero preferimos ‘las tinieblas y la oscuridad a la luz’, no queremos ver que somos cobardes, cómplices y encubridores de nuestra propia realidad.

En la Asamblea nocional abundan los independientes. ‘Independientes’, los que robaron las medicinas destinadas a combatir el coronavirus. ‘Independientes’, los que aprueban leyes contra los trabajadores y a favor de la explotación laboral. ‘Independientes’, los que votan a favor de la injusticia y la mentira bajo la argucia de que los ricos nos van a salvar. ‘Independientes’, los que se van de la bancada del gobierno porque ‘el barco hace agua por todas partes’ y no les vale su imagen si quieren volver a presentarse a algún cargo público. ‘Independientes’, los que se aprovechan de su puesto para robar descaradamente en el IESS (Instituto de Seguridad Nacional), en los Ministerios, en las empresas y hasta en el quiosco de la esquina. Las redes sociales abundan de denuncias desde el presidente hasta el portero de la escuela… Somos la vergüenza internacional y vamos de mal en peor.

¿Quién no ha escuchado ‘Yo no me meto en política’ o ‘No me interesa lo que pasa’? Pero sí, exigimos ser bien tratados, aparentamos, damos coimas al policía, alabamos a los corruptos, invocamos a Dios que sabe lo que hace y todo lo tiene controlado… ¡Qué hipocresía la nuestra! El país se va a la ruina, pero “¡Aquí no pasa nada!” Aumentan la pobreza y el desempleo, aumentan la desconfianza y la preocupación, aumentan la mentira y la falsedad, aumentan la angustia y la amargura de los jóvenes que no saben adónde acudir para encontrar trabajo y seguridad para su futuro o sus estudios o su dignidad. ‘Miramos por otro lado’ bajo el pretexto que todo el mundo roba y la crisis es global.

La pandemia está cayendo de maravilla a los que nos gobiernan y nos emplean: logran saquearnos más fácilmente que en tiempos normales. Y lo que viene se vislumbra como más de lo peor. Al nivel eclesial han desaparecido los profetas, los Proaños, los Luna Tobar, los Muñoz Vega… Unos escriben por aquí, otros pocos gritan por allá. Todos contra la corrupción, pero nadie para denunciar y enfrentar las causas de la corrupción que se ampara del sistema neoliberal… porque ‘no hay que meterse en política’. ¡Independientes! Y las cosas siguen iguales y peores.

¿Cuándo se entenderá que todos somos interdependientes, interconnectados, interrelacionados? La pandemia nos lo demuestra: nadie se escapa de esta gripe. Lastimosamente las y los que están con pocas defensas o con enfermedades no resisten y mueren. Un país es un solo cuerpo: lo bueno que se hace en cualquier parte beneficia a todos, como lo malo que uno hace o encubre afecta también a todos. Po eso estamos como estamos: demasiado mal… y sin saber hasta cuándo.

Pero lo podemos saber y cambiarlo si empezamos a dejar de ser ‘independientes’, cobardes, cómplices, encubridores, corruptos; si comenzamos a reconocer que lo más mínimo que hacemos en bien o en mal repercute sobre el conjunto del Ecuador; si llamamos ‘pan lo que es pan y mentira lo que es mentira’; si comprendemos que somos el resultado de los que hacemos individual y colectivamente; si buscamos vivir como humanos y no como arrastrados, borregos y burros; si decidimos ser amables , fraternos, justos, incorruptibles; si nos unimos para cooperar en la ayuda y el compartir entre vecinos, la solidaridad entre generaciones; si nos organizamos para vivir más sana y fraternalmente; si somos convencidos que la felicidad es el fruto de la amistad y generosidad entre todos; si creemos que Dios nos necesita para construir un mundo donde todos quepamos y que para eso nos ha dado los talentos que todos tenemos, muchas veces lastimosamente escondidos o enterrados como tesoros en nuestra propia miseria.

Tenemos el gobierno que nos merecemos y somos el país que presentamos al mundo, porque así hemos permitido que sean. Si cambiamos personalmente, no habrá cualquier gobierno que nos mal gobierne ni país que nos avergüence, porque el gobierno lo elegimos nosotros y el país somos la suma de todas y todos. “¡Que nuestro sí sea sí y nuestro no, no!” Hoy más que nunca, por la pandemia, la crisis global y esta catástrofe de país con sus terribles consecuencias, se nos exige más que nunca sellar un nuevo pacto social donde lo de todos necesita de nuestro respaldo consciente y decidido, un pacto a la manera de los dos personajes bíblicos Rut y Noemí, diciéndose la una a la otra: “Donde tú vayas, iré yo; y donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, allí también quiero morir y ser enterrada yo. Que el Señor me castigue como es debido si no es la muerte la que nos separe"…

… porque todas y todos somos Rut y todas y todos somos Noemí.